El término tecnoética fue acuñado por Mario Bunge en 1976; y para comprender la incorporación de este híbrido lingüístico en nuestro vocabulario moderno, se hace preciso conocer lo que entendemos por técnica, tecnología, tecnociencia y ética. Cuando se habla de técnica se suele recurrir a la concepción griega del término. La técnica como habilidad, rutina, reiteración y arte en el sentido artesano, es la destreza en un procedimiento o recurso. La tecnología, dice Johan Galtung, “comprende (…) los conocimientos en los que se basa constituyen una estructura cognoscitiva, un marco mental, una cosmología social que actúa como terreno fértil.” Es una forma de acercarse a la realidad. La tecnociencia, por su parte, refiere a una nueva forma de conocer a través de la tecnología. A una nueva manera de hacer ciencia. Siguiendo a Laura J. Snyder se trata de “(…) la percepción sensorial aumentada.” Por último, la ética, según Adela Cortina, es la “reflexión que dirige la acción de modo inmediato a una reflexión filosófica”.
La conjunción entre tecnoética y sociedad hace que la pregunta acerca su relación se matice en el interrogante de cómo se construye la articulación de dicho consorcio. La sociedad como conjunto de personas que se relacionan y conviven conforme a un orden determinado por reglas de conducta, forja una identidad cultural. Los actuales conflictos sociales tienen soluciones tecnológicas. Así, realidades científicas como los niños probeta y la edición de genes, el Big Data que ayuda a la toma de decisiones y orienta las acciones humanas; la investigación con células madre; la impresora en tres dimensiones utilizada para concebir órganos humanos; los coches sin conductor que plantean dilemas éticos; los teléfonos inteligentes y las redes sociales son prueba fehaciente de que nuestros problemas tienes soluciones tecnológicas y de que la forma de relacionarnos entre nosotros ha cambiado. Este nuevo contexto, supone redefinir conceptos y determinar nuevos principios, valores y creencias que confeccionen la nueva identidad social.
La tecnoética, en tanto que ética aplicada a las nuevas tecnologías, recuerda la clásica pregunta de si debemos hacer todo lo que podemos hacer. Reflexiona sobre si los principios éticos aplicados a las nuevas tecnologías se han de establecer con prioridad o con posterioridad a la conducta humana. Se preocupa por si la ética individual de máximos estuviera suplantando la ética mínima social a la que todos hemos decidido debernos. Recapacita la tecnolatría y apela a la humanización de la tecnología. La tecnoética es un camino de identidad cultural, como dijera Ortega y Gasset: “(…) el hombre necesita una cultura auténtica.”